martes, 25 de octubre de 2011

La Raza Cosmica




Didier T. Jaén
La raza cósmica de Vasconcelos:
una re-evaluación
El nombre de José Vasconcelos trae, por lo general, el recuerdo de su
Breve historia de México, cuya exaltación de la conquista y del catolicismo
fue agriamente recibida por la élite intelectual mexicana, producto de
una clase media emergente que parecía buscar sus raíces sólo en el pasado
indio y en la revolución de 1910. Como reacción, se juzgó a Vasconcelos
como un resentido político, amargado por su derrota en las elecciones
presidenciales de 1929 y como una de las mentalidades más negativas y
pesimistas de México.
Es cierto que Vasconcelos, en sus últimos años, se mostró negativo y
pesimista ante el futuro de la nación mexicana, pero su voz era más bien la
de alguien que sentía que la revolución de 1910 había sido traicionada.
Claramente, el fin que Vasconcelos concibió para la revolución no fue el
de convertir a México en un nuevo estado materialista, emulador del desarrollo
tecnológico de los Estados Unidos y guiado por el incentivo del
dólar y la ambición personal. Ni el materialismo capitalista de los Estados
Unidos ni el comunismo materialista de Rusia eran los modelos a seguir.
Vasconcelos y algunos otros pensaron que México entraba en un nuevo
camino con la revolución, una nueva dirección, nacida de su pasado católico
y espiritualista pero dirigido hacia un futuro cuyo fin primordial fuera
el desarrollo integral del hombre, no solamente de su aspecto socio-económico
y biológico. En este nuevo camino, México marcharía a la vanguardia
de las otras naciones que seguirían su guía, cansadas de un doctrinarismo
político sin dimensiones humanas. Para ellos, tanto el materialismo económico
como el utilitarismo capitalista perseguían fines de hormiga, según
ya lo había indicado Rodó a principios del siglo en Ariel:
Una sociedad definitivamente organizada que limite su idea de la civilización a
acumular abundantes elementos de prosperidad, y su idea de la justicia a distribuirlos
equitativamente entre los asociados, no hará de las ciudades donde habite
nada que sea distinto, por esencia, del hormiguero o la colmena. (Editora Nacional:
México, 1966, p. 138)
Vasconcelos buscaba otra dimensión para el hombre y la sociedad y esta
fue la oportunidad que vislumbró en la revolución mexicana. Esta visión
explica su acción como Ministro de Educación, en el desarrollo de las artes
y la educación pública, en la popularización de los clásicos y en el lema de
la universidad: "Por mi raza hablará el espíritu." También explica su
decepción ante un desarrollo político que se alejaba de esa dirección para
concentrarse en el progreso técnico o en el bienestar personalista. Pero la
revolución siguió el curso que le imponía la historia y la contextura de la
nación mexicana. Vasconcelos era parte de esa trama y, como tal, encontró
eco en muchos sectores. Pero esos sectores intelectuales no eran los
más fuertes políticamente; casi nunca lo han sido en la historia de las
sociedades, mucho menos en una sociedad nacida del positivismo de fines
del siglo XIX. Aunque el positivismo produjo esa minoría que reaccionaba
contra él mismo, también produjo aspiraciones de tipo económico y social
que respondían a necesidades vitales de las masas emergentes. "Orden y
progreso", lema del positivismo, no dejó de ser el lema de la sociedad
mexicana con la revolución. Lo que hizo la revolución fue cambiar las
bases de ese orden y tratar de ampliar el campo social del progreso. Tampoco
Vasconcelos estaba contra ese lema, pero el "progreso" para Vasconcelos
alcanzaba más allá del bienestar económico: El orden y el progreso
económico no eran un fin, sólo las bases para un futuro desarrollo ideal.
La revolución no fue traicionada, Vasconcelos confundía su concepto de
la revolución con la revolución mexicana de 1910. Esta triunfó y dio los
resultados que eran posibles dentro de su contexto y aspiraciones socio-
económicas. La otra todavía está por venir. Vasconcelos, como todos
los visionarios, simplemente se adelantaba. Pero los mexicanos que recuerdan
sólo La breve historia e ignoran el mensaje de La raza cósmica, cometen
una injusticia, no sólo contra Vasconcelos sino contra su propia historia
y futuro.
El hombre moderno, advierte el escritor norteamericano Alvin Tofflcr
en su sugestiva obra Future Shock (1970), se encuentra confrontado con
un ritmo de cambios en constante aceleración y debería estar eminentemente
preocupado con la formulación de una visión del futuro, para evitar
el doloroso y destructivo choque de encontrarse como un extraño, con los
valores de un extraño, en un mundo que ha cambiado rápidamente bajo
sus pies.
Esta previsión del futuro ha sido por lo general, una preocupación
constante de los escritores latinoamericanos, pero lo fue aun más, y en
especial, durante la primera parte del siglo. Sobresalen prominentemente
aún hoy día dos ensayos de este período: El Ariel de Rodó, con su visión
de una humanidad espiritualmente elevada, en contraste con el mundo
materialista de Calibán, y La raza cósmica de Vasconcelos con su visión de
la futura Era Estética de la humanidad.
En este ensayo, Vasconcelos predice no solamente una nueva raza, sino
el advenimiento de una nueva etapa en el desarrollo de la humanidad. La
llama Era Espiritual o Estética por contraste con la Era Intelectual o
Política en la cual nos encontramos hoy día, y la Era Materialista o
Guerrera que la ha precedido. En la era presente -indica Vasconcelosprevalece
la razón. Los grupos sociales y políticos están organizados de
acuerdo con la lógica de la conveniencia mutua y el intercambio razonable
o por lo menos, ese es el fin que se persigue. La moral se supone
regida por la razón ética, la libertad es regulada por las leyes de la experiencia
política y las religiones se convierten en instituciones organizadas.
Pero en la era próxima, que ya en 1925 -según Vasconcelos— empezaba
a anunciarse en muchas normas, todas estas barreras y regulaciones del
presente desaparecerán bajo el predominio, no ya de la razón o del intelecto,
sino de la imaginación creadora y de la fantasía, facultades que Vasconcelos
consideraba superiores en la escala evolutiva.^
Esta convicción de la superioridad de la imaginación creadora sobre la
razón se encuentra ya expresada desde muy temprano en la obra de Vasconcelos.
En su primer trabajo filosófico, el Pitágoras, una teoría del ritmo
(1916), Vasconcelos esboza una teoría del conocimiento que va a ser
plenamente desarrollada en sus obras posteriores Estética (1935) y Lógica
orgánica (1945). Esta teoría del conocimiento propone una tercera manera
de conocer y de actuar en el mundo, que no es inductiva ni deductiva,
no es sensorial ni racional, ni tampoco instintiva, sino que obedece a los
principios espirituales que rigen la estética, es decir, a los principios de
afinidad emotiva entre el sujeto y el objeto una vez que el sentimiento ha
sido liberado de los apetitos puramente biológicos y de las trabas mentales
que ofrecen la razón y la lógica.
El sujeto conocedor o cognoscitivo, afirma Vasconcelos, llega a lo externo
(es decir, al objeto) de dos maneras: Una "con propósitos activos para
aprovecharlo o usarlo de algún modo, como dice Bergson, para los fines de
la acción, y entonces crea la inteligencia propiamente dicha, el mundo de
los hechos concretos y las ideas abstractas" (Obras Completas, III 63). La
otra, en que el sujeto responde a lo externo de una manera independiente
y desinteresada, como ocurre en la experiencia o la percepción estética:
. . . que no conduce a ninguna actividad concreta, sino que nos hace participar de
una nueva manera de existir sin el esfuerzo impelente de la finalidad, y, sin
embargo, animada con todo el vigor de la más intensa vida. Algo semejante a lo
que pasa con las cuerdas de un instrumento musical tendido paralelamente; si un
arco hace vibrar una de ellas, las demás, aun sin ser tocadas por el arco, vibran
describiendo una ondulación simpática como la de la cuerda tocada. Así el espíritu,
dejado a sí mismo en el mundo, percibe el ritmo interno que norma las cosas y
alcanza la vibración de simpatía que lo pone en tono con el universo. Sería un mal
uso de los términos decir que esta es una nueva manera de conocimiento, porque
esto no es conocimiento, sino una nueva manera de existencia, más real que las
dos maneras que hasta hoy han sido tan discutidas por la filosofía, la real y la
idea . Lsta nueva manera de percepción se aparta de ambas hipótesis, lo real y lo
ideal, y va, como si dijéramos, por entre las cosas, por en medio del espacio que
dejan entre si los objetos y por los huecos que deja la fijeza convencional de las
ideas, persiguiendo una realidad cuyo correr misterioso es el verdadero río de la
vida, y los objetos y las ideas y todo lo que opera sobre ambos es como la espuma
que levanta el agua del rio cuando choca contra los guijarros v las peñas que
desvían su curso. (O.C., III, 63-4)
Esta manera de concertar el yo interior con el mundo, independientemente
de la sensibilidad (o capacidad sensorial) y las ideas, es lo que Vasconcelos
llama el sentido rítmico o "el sentido de lo rítmico, un oculto y
maravilloso sentido que, sin duda, nos da la impresión más profunda del
mundo" (Ibid.). Este sentido de lo rítmico se manifiesta en el pathos de la
emoción estética, luego, el modo estético de percibir o existir en el mundo
es la manifestación ética de tal "conocimiento." Tal modo de conocimiento
o de acción predominará en la Era Estética. No habrá, pues, normas
para regular la conducta puesto que las acciones estarán basadas en el
sentimiento, mejor dicho, la norma la dará ese goce que es producto de la
percepción de lo bello, tanto en la acción como en el objeto. Los hombres
harán su deseo dirigidos por el gusto, no por la necesidad, el apetito o la
razón. Goce, amor y fantasía, es decir, oración, serán los ingredientes
predominantes de la vida humana.
A medida que esta edad emerge gradualmente del presente dominio de
la razón, las uniones sexuales dejarán de estar fundadas en la necesidad o
en las normas de conveniencia social, puesto que hombres y mujeres serán
guiados por la libre elección del amor, la belleza y el goce estético. Tales
uniones semejarán más obras de arte que los contratos sociales de nuestros
matrimonios presentes y sus frutos serán hermosos hijos del amor y la
dicha. Las barreras étnicas perderán su fuerza y la mezcla racial aumentará
al punto que surgirá una nueva raza en la cual perdurarán las mejores
cualidades de las previas razas, debido a la selección natural del amor. Esta
nueva raza, en la cual todas las razas presentes se confundirán y por fin
desaparecerán, estará agraciada con el poder de la fantasía creadora sobre
la razón. Esta será "la Raza Cósmica" y su predominio universal coincidirá
con la Era Estética o Espiritual de la humanidad.
No está claro si la Raza Cósmica producirá la Era Estética, o lo contrario.
Tal vez, las dos se irán formando mutuamente a medida que gradual
mente se desarrollan. Sin embargo, puesto que la América Latina y las
culturas hispánicas parecen más avanzadas que otras en el proceso de la
mezcla de razas y en la aceptación de todas ellas, Vaconcelos vio aquí la
oportunidad de que Latinoamérica se pusiera a la vanguardia, haciéndose
consciente de esa posibilidad y trabajando conscientemente hacia ese fin
en el desarrollo de la humanidad. El ensayo de Vasconcelos, pues, es un
llamado a los pueblos hispánicos a tomar conscientemente las riendas de
este destino que la historia y la cultura han puesto en sus manos. Sin
embargo, advierte Vasconcelos, si los pueblos hispánicos pierden su dirección
y tratan de imitar las culturas intelectualistas predominantes hoy día,
otra cultura ocupará ese lugar, porque nada puede ya detener la aparición
de la nueva era que se encuentra en camino.
Esto, en resumen, aunque tal vez no en este orden de énfasis, es la tesis
del ensayo de Vasconcelos La raza cósmica. Vasconcelos mismo da, a
veces, la impresión de poner más énfasis en la mezcla de razas, o en el
mestizaje (especialmente según se da en Latinoamérica) como la condición
básica para el desarrollo de la nueva era. Esto llevó a desafortunadas
interpretaciones de su ensayo, tanto favorables como desfavorables, el cual
ha sido considerado tradiciónalmente como una teoría racista creada con
el fin de dar ánimo a un pueblo con profundos sentimientos de inferioridad
Esta interpretación llevó, por fin, al rechazo de su obra como un
simple sueño de auto-adulación, típico de la mentalidad poética latinoamericana.
Y aunque Vasconcelos mismo negara que éste fuera el propósito
de su ensayo, su propio estilo debilitaba sus protestas.
Otra debilidad del ensayo ha sido su estilo pseudocientífico, que ha
llevado a muchos críticos a discutir sus ideas desde el punto de vista de la
ciencia, especialmente desde el campo de la genética y de las teorías de la
evolución. (Véase, por ejemplo, Gabriella de Beers, Vasconcelos and his
world, New York, 1966). Tal perspectiva es, por supuesto, perjudicial a
este ensayo. La mente de Vasconcelos no era una mente científica, ni
siquiera racional o lógica en el sentido tradicional. Es cierto que Vasconcelos
trató de desarrollar un monumental sistema filosófico que incluyera
todas las actividades de la mente humana: la ciencia, la religión, la filosofía
y el arte, pero la base de ese sistema era intuitiva, no científica ni
racional. Rechazar sus ideas desde el punto de vista de la ciencia y la
genética no parece apropiado. La mayor parte de los críticos que han
hecho esto, rechazan sus ideas sobre el mestizaje y, por supuesto, la idea
de una raza latinoamericana o hispánica superior (ya sea cósmica o no).
Pero esta idea de la superioridad de una raza latinoamericana o hispánica
no es siquiera lo que Vasconcelos tenía en mente, pues la raza que el
ensayo anuncia es una raza completamente nueva. Por otro lado, sus predicciones
de una nueva era de la humanidad quedan sospechosamente
ignoradas. ¿Cómo sería posible presentar argumentos científicos para rechazar
una fantasía utópica? El ensayo de Vasconcelos, obviamente, no es
científico, sino divinatorio e intuitivo, como toda literatura profética, y
como tal debe ser leído.
Es irónico, sin embargo, que ideas similares a las de Vasconcelos fueran
luego propuestas por mentalidades tal vez más metódicas y científicas que
la suya. Tal es el caso del antropólogo francés Pierre Teilhard de Chardin
(1881-1955). En su obra El fenómeno del hombre (escrita en 1935 pero
no publicada hasta 1955), Teilhard de Chardin propone una asombrosa
concepción de la evolución como un proceso de desarrollo desde un estado
material, pre-vital, dentro del cual ocurre un tremendo salto con la
aparición de la vida, luego otro con la aparición del pensamiento o la
mente. Desarrollo que, proyectado hacia el futuro, se dirige hacia una
expansión del espíritu humano a un nivel super-humano apenas concebible
desde nuestra perspectiva pero equivalente a la integración en una entidad
divina. Sus obras, prohibida su publicación por la jerarquía jesuítica, parecen
recientes, ya que no fueron dadas a la luz sino hasta después de su
muerte. Sin embargo, la mayor parte de estos escritos pertenece a la
década de los años veinte y treinta, el período entre las dos guerras mundiales,
y después. No es sorprendente, pues, que haya un marcado parecido,
no solo de fines, sino de ideas, entre este escritor francés y su casi
olvidado contemporáneo, el mexicano José Vasconcelos.
Ambos fueron producto de ese período finisecular y de comienzos del
siglo XX en que se inicia una reacción contra los conceptos puramente
biológicos y materialistas de la evolución según Spencer y Darwin. Ya
Spencer había dividido el desarrollo de la evolución en tres etapas: Inorgánica,
Orgánica y Superorgánica; caracterizadas respectivamente por la
ausencia de vida, la aparición de la vida, y finalmente, la aparición del
pensamiento y la organización social como producto de la aparición del
sistema nervioso; pero este desarrollo es resultado de leyes puramente
mecánicas, es decir, determinadas y fijas. En oposición, Henri Bergson, en
su influyente obra Evolución creativa (1907), propone la teoría de que la
evolución es iniciada y llevada adelante por un "impulso vital" que no
siempre obedece reglas mecánicas sino que es libre y creativo, por lo tanto,
su fin o dirección es impronosticable. Tal teoría soslayaba el problema de
la explicación de cambios tan complejos como el de la transformación de
la materia inorgánica en materia viva y luego en materia pensante, pero
dejaba intacta la interpretación del proceso de la evolución como un proceso
puramente caprichoso.
Por otro lado, teorías como la de Teilhard de Chardin trataron de
asignar un fin preciso al proceso, dándole así, dirección y sentido. Según
su teoría, la evolución llega a un máximo grado de diferenciación con las
especies animales y humanas presentes. Pero en el hombre se inicia un
proceso de integración y síntesis, de lo cual es prueba, por un lado, la
posibilidad de la mezcla biológica de las razas humanas, por otro, la gradual
expansión y unificación cultural de la humanidad. Este proceso, llevado
a cabo en un nivel de desarrollo mental, sugiere un proceso de unificación
que culmina en una síntesis espiritual a un nivel superior a lo humano.
Una base de esta superior unidad se encuentra, pues, en la unificación
racial.
En un ensayo titulado "Las unidades naturales de la humanidad. Ensayo
de esquema para una biología y una moral racial," publicado originalmente
en 1939 y luego incluido en el libro La visión del pasado (The
Vision of thePast, New York, 1957) Teilhard de Chardin, preocupado por
el violento surgir de los nuevos nacionalismos y por las divergentes exigencias
de los diferentes grupos étnicos, propone su hipótesis de lo que él
llama "la confluencia de las ramas humanas." Sus palabras coinciden con
ideas similares expresadas por Vasconcelos en el prólogo a la edición de
1948 de La raza cósmica. Dice Teilhard de Chardin:
No cabe duda que los avances de la humanidad, medidos como un aumento del
poder y de la conciencia, tuvieron lugar en regiones precisas y limitadas de la
tierra. Históricamente, ciertos grupos étnicos se mostraron más progresivos que
otros y formaron la vanguardia de la humanidad. Ahora bien ¿a qué factores
podemos suponer que estos grupos debieron su superioridad? ¿Calidad de "sangre"
y mentalidad? ¿Los mejores recursos económicos y condiciones climáticas?
Cierto, sin duda. Pero también podemos ver algo más. Si nos fijamos cuidadosamente,
veremos que los sitios de desarrollo humano siempre parecen coincidir con
los puntos de encuentro y anastomasis de varias "nervaturas." [En otras palabras,
los puntos de mezcla de diferentes ramas o razas de la especie humana].
Las ramas más vigorosas no son de ninguna manera aquéllas en las cuales algún
aislamiento ha preservado los genes más puros; sino aquéllas en las que por el
contrario la más rica interfecundación ha tenido lugar. Simplemente compárese el
Pacífico v el Mediterráneo tal como eran hace solo un siglo Las colectividades
humanas más humanizadas siempre parecen ser, en ultimo análisis, producto no de la agregación sino de la síntesis. (Subrayado en el texto. Traducción de la ed.cion
inglesa de 1957, p. 206-7).
Esta hipótesis, resultado de su particular interpretación de la teoría de
la evolución, le lleva a proponer la fundación de una moral internacional o
interracial, es decir, universal; que ayude al proceso de síntesis en vez de
obstaculizarlo:
Admitir, de hecho, que una combinación de razas y pueblos es el hecho biológicamente
esperado para que la nueva y más elevada extensión de la conciencia tenga
lugar en la tierra, es al mismo tiempo definir en sus líneas principales y dinamismo
interno, aquéllo de lo cual nuestra acción está más necesitada: una etica internacional
(ibid., p. 211).
Teilhard de Chardin, jesuita y hombre de ciencia de inclinaciones místicas
y teológicas, fue caracterizado como "Uno de los pensadores proféticos
más admirables del siglo, un Aquinas de la era atómica" (Time Magazine,
Oct. 16, 1964, 84: 91-2). Tal vez no sea simple coincidencia, pues,
que Vasconcelos, quien también ensayaba una síntesis tomística para el
siglo XX, hubiera, en los últimos años de su vida, regresado a la fe católica
de su juventud bajo la influencia de amigos jesuítas. Esta acción imperdonable
a los ojos de sus compatriotas anticlericales y aparentemente contradictoria,
es tal vez explicable por esta afinidad subterránea. Algo en la
mentalidad jesuita o católica tiende a la unidad, aun, desafortunadamente,
a expensas de la libertad. Vasconcelos, cuyo punto de vista total tendía
hacia lo místico, vio una oposición básica entre el materialismo individualista,
concentrado en el yo, en el ego individual, y el fin de unidad universal,
de movimiento hacia el Ego. Por lo tanto, escogió regresar al catolicismo.
En toda su vida y su obra vemos un intenso deseo, y también un
fracaso, un fracaso muy humano, de superar esa diversidad de ego y
Ego. Su fe en el catolicismo y en la tradición hispánica fueron expresiones
de este deseo.
Su ensayo La raza cósmica apuntaba también a esa finalidad, porque la
Era Estética que Vasconcelos anunciaba, es nada menos que una era de
expansión de la conciencia humana más allá de los límites que la ciencia y
la lógica que hoy han prescrito. La base de este futuro desarrollo está en un
proceso de integración y síntesis: Integración y síntesis de la personalidad
humana al nivel individual; integración y síntesis de las clases y los grupos
étnicos al nivel cultural y político. En este punto Marxismo y Vasconcelismo
no estaban en realidad tan alejados, pero Vasconcelos temía que la
integración social fuese considerada como un fin en sí misma; como,
simplemente, el fin de aumentar el confort material de las masas y nada
más, cuando, desde su punto de vista, el fin era una total expansión de la
capacidad humana.
Su teoría de la raza cósmica no es simplemente una teoría racial o
sociológica independiente de su obra total. Sus raíces están en el Pitágoras,
una teoría del ritmo y sus principios básicos se encuentran diseminados a
través de toda su obra filosófica, desde la Metafísica y la Estética hasta
culminar en la Lógica orgánica y Todología (Filosofía de la Coordinación);
sistema que debió ser completado con el prometido volumen de la
Mística, que nunca llegó a ver la luz. Pero para una cabal re-evaluación del
ensayo de Vasconcelos se requiere pues, un estudio más detallado de lo
que permiten estas páginas, en las cuales simplemente se han esbozado sus
posibles direcciones.




-Nosotros debemos ser el cambio que queremos ver en el mundo-

Mientras seamos capaces de amar solamente a nuestra familia o nación, seremos incapaces de amar a los demás, estamos limitados por los lazos del cariño y de la patria, cuando hayamos roto los lazos de la sangre y nos hayamos afirmando nosotros mismos y nos bastemos, podremos convertirnos en servidores desinteresados de la humanidad, cuando el hombre ha llegado a ese estado, encuentra que ha ganado a todas las familias del mundo, porque todos seran para el sus hermanos, padres, madres, aquienes debe cuidar y ayudar...Todos Somos Uno



* Si deseas no recibir mas mensajes de este tipo por favor responde a esta misma dirección y en asunto escribes: "borrar" esto seria mejor que marcarlo como correo no deseado.  De la misma manera si deseas que algún amigo o familiar reciba el boletín, favor de mandar la lista de correos y esta será agregada a nuestra base de datos.  Gracias.



Lee escritos pasados en los sig. blogs




No hay comentarios:

Publicar un comentario